El Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa) denunció el pasado año 21 de agresiones a personal sanitario en el Área Sanitaria III. En toda la región, se denunciaron 289 agresiones, según los datos recogidos en el informe sobre prevención de conductas violentas elaborado por el Sespa. La violencia en el ámbito asistencial generó en toda la región ocho bajas directas, además de la desmotivación en las plantillas afectadas.
En el concepto de agresiones, el Sespa incluye desde la violencia física a las amenazas y los insultos. La estadística señala que todos los estamentos corren riesgo, aunque los más afectados son los médicos, enfermería y auxiliares de enfermería.
El Hospital San Agustín organiza una serie de actividades formativas para todo el personal con el objetivo de prevenir este tipo de conductas. Junto con cursos para colectivos concretos, como enfermería, sobre temas como puede ser la comunicación de malas noticias, recientemente se celebró una sesión clínica sobre el manejo de conductas agresivas en el ámbito clínico donde participaron el doctor Gabriel Redondo, jefe de la unidad de Urgencias, la enfermera María José Piñeiro Dopico, de Urgencias, y Belén García Hernández, de la Unidad de Hospitalización y miembro del comité de ética asistencial.
María José Piñeiro recuerda que las conductas violentas pueden darse «tanto en los enfermos como en los familiares y en ambos ámbitos se pueden prevenir», asegurando que en los últimos años se registra una tendencia al alza.
Esos comportamientos repercuten negativamente en la actividad asistencial: «En Urgencias, provocan una pérdida de tiempo, porque se necesita un mayor tiempo para atender la situación y evitar que se dañe la integridad de esa persona, de los demás servicios, el propio equipo. Se crea una situación de estrés que se somatiza y acaba repercutiendo», explica María José Piñeiro.
Piñeiro explica como la situación ambiental influye tanto en los familiares como en el personal sanitario, por lo que se trabaja en crear un ambiente menos hostil, disminuyendo, por ejemplo, el nivel de ruidos. Una parte importante de la formación se centra en mejorar la comunicación, tanto verbal como no verbal, con familiares y enfermos.
Por su parte, el doctor Gabriel Redondo señala que «las conductas agresivas en los pacientes se encuentran bien tipificadas y se sabe como actuar. Pero tienen una carga emocional negativa para los profesionales; pueden entender un comportamiento violento en un paciente intoxicado o en una alteración del metabolismo, pero es muy desmotivador cuando se trata de un acompañante que reprocha que se demore la atención cuando no puede ser de otra manera o llevas un turno en el que no paraste de trabajar».
Gabriel Redondo concluye aconsejando a los acompañantes que acuden al Hospital «que tengan en cuenta dónde están».
viernes, 23 de diciembre de 2011
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